tag:blogger.com,1999:blog-63512460002878336722024-02-20T07:48:17.615-08:00Si se les puede llamar cuentos(cosas que alguien crea dentro de mi cabeza)Unknownnoreply@blogger.comBlogger9125tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-65255376788466187992021-11-08T15:03:00.002-08:002021-11-08T15:03:49.116-08:00Medias blancas<p> Eran dos niños. Dos pequeños caminando por las calles vacías, tarde, muy tarde, cerca ya de la medianoche. ¿Qué hacían tan tarde por la noche esos dos hermanos, dónde iban? Es de suponer que regresaban a casa.</p><p>Ella era un poco mayor, vestía un largo sweater, que caía sobre su corta falda, y medias cortas, blancas. Él, que no alzaba más allá del hombro de su hermana, llevaba shorts y un polar, cuyo gorro le caía por la espalda.</p><p>Caminaban sin prisa, cuando doblaron la esquina y tomaron calle abajo, por un mal iluminado pasaje.</p><p>Habrían avanzado unos cuantos metros, cuando la niña se dió cuenta que ya no se escuchaban sólo sus pasos, en el silencio nocturno. Había ahora otro sonido, el sonido de unos pasos distintos, con otro ritmo, que parecian no querer hacer ruido.</p><p>Cautelosamente, temerosamente, miró sobre el hombro y entonces lo vio: más cercano de lo que esperaba, el cuerpo de un hombre que se acercaba. La lejana luz del poste le hacía sombra, de modo que no podía ver su cara, y quizá por eso le atemorizó más.</p><p>Voliviendo la mirada al frente, puso la mano em el hombro del pequeño, y suavemente pero con firmeza, lo indujo a cruzar la calle, y tomar la vereda de enfrente.</p><p>"Seguirá de largo -se dijo- sólo va pasando por aquí".</p><p>Pero no fué así. No. No lo vio pasar frente a ellos por la otra vereda, aunque seguía escuchando el sonido de sus pasos. </p><p>Volteó de nuevo, y allí estaba, tras de ellos. ¿Era sólo su idea, o esta vez estaba más cerca? ¿los estaba alcanzando?.</p><p>Miró hacia el frente. ¿Cuánto les faltaba, y por esa calle oscura? ¿por qué no salía nadie,? no era tan tarde, ¿cómo nadie pasaba por ahí?</p><p>Su hermano la miró, asustado al verla nerviosa, y quiso mirar también hacia atrás, pero ella, bruscamente, se lo impidió. Quiso preguntar qué pasaba, pero un ¡shist! imperioso de ella, musitado casi entre dientes, lo hizo callar, y lo asustó más.</p><p>Apuraron el paso, y sirvió únicamente para que escucharan (ahora los dos prestaban atención) que aquellos otros pasos también se apuraban.</p><p>La chiquilla presionaba fuerte el hombro del niño, para que se apurase, y para darse algo de valor, pero no se atrevía a correr. Temía que si lo hacía ya no quedaría ninguna esperanza de que todo fuese una casualidad. Temía que si corrían, el hombre también lo haría, y los atraparía enseguida. Y no quería que eso pasara, no quería ni pensar más allá de lo que sería esa mano sujetándola por detrás.</p><p>Caminaba rápido, apretando los dientes, y las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos. No quería, no podía llorar. Sentía que llorar sería como rendirse y que si lo hacía ya no podría caminar más, y él los tendría.</p><p>Desesperada ya, a punto de rendirse, a punto de no seguir, vio un antejardín con la reja abierta, y sin saber por qué lo hacía, sin pensar, (no conocía esa casa) empujó a su hermano hacia dentro, y alcanzando la puerta, golpeó. Golpeó con todas sus fuerzas, golpeó con desesperación, con las lágrimas corriendo por sus ojos, mientras un líquido caliente corría por sus piernas y mojaba sus medias blancas.</p><p>Entre todo eso, apenas si escuchó la voz de su hermano, que aferrado a su manga le decía: "Aline, pero si no hay nadie, no viene nadie, Aline..." </p><p>Sorprendida, volteó a mirar, y -efectivamente- la calle en penumbra se veía vacía. Vacía.</p><p>Cayó sobre los peldaños de la entrada, y lloró, lloró quedamente mientras, dentro de la casa, se encendían luces y se escuchaban voces alarmadas...<br /><br /><span style="color: #fff2cc;">.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-85932192697713887112021-11-08T12:53:00.003-08:002021-11-08T13:20:20.485-08:00Una mañana cualquiera<p> Comenzó como cualquier otro, ese día. Con la misma monótona sucesión de actividades que los demás de su vida actual, desde apagar el despertador resignadamente, hasta salir a la calle a tomar el transporte a su trabajo. Nada debería haber sido distinto, puesto que para él, inmerso en una existencia vacía que no tenía otro sentido que el de seguir viviendo -porque le era imposible evitarlo-, no había razón para que nada cambiara. </p><p>Pero cambió. Cambió porque, de tan rutinarios que eran sus días, no hizo aquella pequeña cosa que escapaba de ser lo que por inercia hacía. Así, salió a la calle esa mañana y, aunque no lo advirtió, porque en nada de lo que ocurriese a su alrededor se fijaba, todo era diferente. Estaba un poco más oscuro. Estaba un poco más frío. Las calles estaban solitarias -como nunca a la hora en que salía- y ninguno de aquellos vecinos del barrio con los que se cruzaba, y a quienes ignoraba sistemática aunque impremeditadamente, se apareció frente a él.</p><p>Caminó los mismos exactos pasos de siempre, por las mismas veredas, evitando los mismos hoyos, y en los minutos exactos que acostumbraba llegó a la esquina, a siete cuadras, en donde pasaba el bus que debía tomar. Tomó el lugar habitual, frente al poste del alumbrado, y se reclinó en la pared que conservaba ya impresa la sucia pátina de su espalda, a fuerza de soportarla cinco días a la semana. Y esperó el tiempo preciso que debía esperar para que llegase el bus. Y el bus no llegó.</p><p>No eran tres o cinco minutos de retraso. No. Pasaban ya de los treinta, y eso lo sorprendió y consiguió sacarlo de su habitual apatía. No venía el bus. Y, ahora que prestaba atención, tampoco el resto de los pasajeros que allí solían subirse. No los miraba, mucho menos los reconocía, pero tenía conciencia que eran cuatro o cinco que -como él- se subían ahí, cada mañana. Y fue cuando miraba alrededor, buscándolos, que la vio venir. Caminaba algo errática por la vereda, mirándolo con una extraña sonrisa, una mujer.</p><p>Tuvo tiempo de observarla detenidamente. Vestía en forma corriente, que su ebriedad, no obstante, hacía ver vulgar, pues uno de los hombros de su corto vestido le caía por el hombro, descubriéndolo, y su peinado había dejado hace rato de parecerlo, para convertirse en una maraña de cabellos. Para terminar el cuadro, los zapatos -de no pequeños tacos- en lugar de en sus pies, iban en sus manos.</p><p>Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le pidió (¿cómo no?) un cigarrillo. Cosa que no obtuvo porque, claro, era un hombre tan abúlico que ni siquiera fumaba. Y sólo eso le respondió, que no fumaba. Ella, en tanto, fue más locuaz, y le respondió con sorna: “no fumo, no tomo y no voy a fiestas”, burlándose de él. Pero luego lo miró, y como si hubiese cambiado de opinión, le dijo: “¿vámonos a bailar?”. “Estaba con unos tipos, bailando y tomando unos tragos, y lo habíamos pasado re bien, pero después se pasaron pa’ la punta, y uno me agarró una teta y me quiso besar.” “Lo mandé a la misma, y me vine, qué se creen, que porque a uno le gusta bailar se va a abrir de piernas con cualquiera...”. </p><p>Él sólo la miraba, en silencio, realmente asustado de esa mujer que no parecía querer irse. Pero ella -sin notarlo- siguió insistiendo: “¿llévame a bailar?, me quedé con las ganas, yo soy de tiro largo, y me puedo pasar toda la noche bailando”. Para entonces ya tenía sus manos, con todo y zapatos, puestas sobre sus brazos, y su aliento alcohólico le llegaba directo a la nariz, cada vez que pronunciaba palabra. Una sensación de náusea lo sacudió, no bebía hacía demasiado tiempo y ya hasta había olvidado el olor de una borrachera. No, consiguió decir, no puedo. Tengo que ir a trabajar. “¿A trabajar?, ah, claro, si eres un niñito bueno... no vayas a trabajar, que es sábado, día para divertirse, para sacudir el cuerpo.” No es sábado, le contestó lacónico, que ya es domingo. Y no voy a faltar al trabajo. No me gusta bailar, tampoco. Ella lo soltó con gesto de hastío, y quiso seguir caminando, pero entonces vio lo que tampoco él había visto, que ya había más gente en esa parada del bus, otros hombres, que la miraban con lo que parecía cierto interés en ese hombro descubierto.</p><p>Se dirigió a uno y a otro, con el mismo pedido: que la llevaran a bailar. Algunos la hablaron y otros no, pero lo que definitivamente la alejó, fue que uno de ellos le ofreciera llevarla, más no a bailar, mientras la sujetaba de la cintura e intentaba besarla. Se ganó un taco de zapato en la cabeza, en tanto ella se llevó un empujón que, milagrosamente dado su estado, no la botó al suelo. Maravillas del equilibrio. Y se fue, calle abajo, mencionando con saña a la madre, las hermanas y toda la familia del frustrado galán, mientras hacía gala de un sorprendentemente vasto repertorio de insultos.</p><p> En ese momento llegó el bus, por fin. Miró el hombre su reloj, y marcaba una hora de retraso. ¿Cómo explicar eso en el trabajo? Pero no debió explicarlo. Guardó silencio, un silencio prudente, cuando oyó comentar a algunos pasajeros sobre el cambio de hora, que debería haber hecho a las 12 de la noche anterior. Y que, como no era parte de su diaria rutina, él no realizó.<br /><br /><span style="color: #ffe599;">.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-16874933957597904582014-01-13T15:46:00.001-08:002014-01-13T15:46:24.931-08:00Un error de lectura<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cuando enfrentó esa calle, y la vio empinarse sobre la pronunciada
ladera del cerro, plena de sol veraniego, cuando miró el pedregoso suelo
reseco por el calor, le pareció una tarea demasiado ardua –diríase
imposible- el recorrerla cuesta arriba, yendo casa tras casa, golpeando
puerta tras puerta.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Su trabajo consistía en una tarea que a la mayoría le parece
insignificante, y que es –definitivamente- ingrata: debe leer el medidor
de consumo de agua, en cada casa del barrio que le asignen. Este cambia
cada mes, en una larga rotación que le lleva a recorrer la ciudad, en
toda su extensión, cada tres o cuatro meses. Son horas y horas de
caminar, de golpear puertas, de encontrarse con gentes no siempre
amables y –no pocas veces- también con gente que le enrostra el alto
costo del agua, gente que le insulta y hasta le agrede, al ver en él
personificada la empresa que –inflexible- exige el pago de sus deudas.
No toda la gente es así, es verdad, pero es tan poca la que le trata en
forma agradable, que se pierde entre las demás.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ese día no había sido bueno. Para nada. Pasó por varios disgustos y aún
un hombre intentó pegarle, indignado por el hecho de que le llevara una
nueva cuenta (que se agrega a las que no ha podido pagar), siendo que
hacía un mes que le habían cortado el suministro de agua. Es lo malo de
que le tocara un sector de la periferia: allí la gente tiene menos
dinero -o no lo tiene, simplemente-, muchas calles no tienen pavimento y
a quienes son como él se les mira casi como a un enemigo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por eso, al verla abrirse frente a él, lamentó profundamente el no haber
advertido antes –el barrio es desconocido para él- esta calle agreste.
De haberlo sabido, habría comenzado por ella, temprano en la mañana,
cuando el sol no castiga tanto como al mediodía y el ánimo todavía no ha
decaído tanto. Son ya cerca de las tres de la tarde, y sobre la ladera
del cerro –como sobre su espalda- el calor se hace insoportable.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Sin embargo, no hay nada que no pase, llegado su momento. Y así es que a
pesar del sol, de la tierra, de las piedras del camino y las malas
caras, llegó finalmente al final de la calle. Sólo le restaba una casa,
la última, colindante con la ladera. Terminaba con esa y podría regresar
a la oficina, llenar los informes diarios y volver a casa. Él nunca
almuerza, por propia elección, precisamente para terminar más temprano y
poder irse. Almorzar le significaría salir cuando menos dos horas más
tarde. Y para ese hombre, para ese joven de recientes 18 años, es
importante tener algo de tiempo para hacer algo, para sentir que vive.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se paró frente a la puerta, la última puerta de ese día, y la encontró
abierta, de par en par. No es algo inusual en estos barrios el que las
puertas permanezcan sin cerrar todo el día, así como que las ventanas no
tengan vidrios, y sólo una cortina separe el interior del exterior. La
mayoría de la gente que en ellos vive procede del sur, del campo, donde
nadie cierra nada, y los vecinos saludan al pasar a quienes desde dentro
de la casa observan el ir y venir de la gente. Sus compañeros de
trabajo, bastante mayores y por mucho más conocedores de su trabajo –en
el que llevan años- le han dicho que en estos casos, cuando la puerta
está abierta y nadie responde a sus llamados, debe entrar sin más,
anunciándose, para ser atendido. O bien, acercarse a una ventana y
descorrer la cortina, para ver si hay alguien dentro. Esto, que a él
parece punto menos que imposible, es costumbre para ellos, que lo hacen
aún sin necesidad. Le han dicho que así han conseguido ver, no pocas
veces –en medio del verano- a alguna muchacha tendida en su cama en ropa
interior, viendo televisión, o bien a alguna mujer de más edad, en
plena faena de descuidado cambio de ropa. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pero él no podía hacer esas cosas. Va contra la forma en que lo
educaron, y además se moriría de vergüenza si se encontrara con una
mujer a medio vestir. No es que a su edad no <i>haya hecho de todo</i>
con más de alguna chica, pero no le parece propio irrumpir en la
intimidad de una mujer de esa manera. De modo que se quedó ahí, frente a
esa puerta, frente a esa casa, la última que le falta. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No sabía qué hacer. Había golpeado varias veces. Había gritado más de
una vez –a la usanza del campo- un “alooo”, con la voz más fuerte que ha
podido. Pero no parece que haya nadie en esa casa de dos pisos, la más
imponente de toda la cuadra, de cuyo interior no se ve sino un largo
pasillo, que discurre desde la entrada hasta una habitación vacía, una
docena de metros más allá. Aparte del vano de dos o tres puertas que se
abren a ambos costados, no se aprecia nada más. Eso lo inquietó. ¿Qué
hacer? Aun cuando se fuera sin leer lo que marca el medidor, tiene que
entregar la cuenta del mes anterior. Y su jefe le hará volver al día
siguiente, sin importar cuán lejano esté el sector que entonces le
corresponda. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pensando en esto, finalmente se decidió a entrar. No había dado más que
dos o tres pasos, cuando apareció desde una de aquellas puertas una
jovencita, que se sorprendió al verlo en el pasillo. Era una muchacha
atractiva, e iba vestida de acuerdo al calor reinante, con una pequeña
camiseta que poco la cubre y una faldita de algodón todavía más breve
que aquella. Y, cosa que es evidente, bajo esa camiseta no hay más que
su piel.</div>
Él se atropelló tratando de explicar a que iba, y por qué entró de esa
manera, pero la muchacha sólo le sonrió y lo hizo pasar, diciéndole que
el medidor del agua ha quedado instalado dentro del dormitorio, cuando
su madre hizo remodelar la casa. El joven la siguió, dispuesto a hacer
su trabajo e irse a descansar, por fin.
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La muchacha, en tanto le abría camino, gritó:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Mamá, veeen. Que vienen a ver el agua.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Pero velo tú niña, qué tanto grito - se escuchó lejana la respuesta-</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Mamá, ven. Es que <i>tienes</i> que ver algo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Al darse cuenta que el joven está mirando alrededor, en busca del hasta
entonces invisible medidor, le dijo –con una inocente sonrisa-:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Quedó ahí, dentro de ese closet.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Dentro del closet? se preguntó para sí mismo, pero allá fue, abriendo
la puerta corrediza del enorme closet que cubre la pared, para
encontrarse con mucha ropa, y con una veintena de pares de zapatos, en
el lugar en que se suponía estaría su objetivo.<br />
<br />
Al
volverse a mirarla, para preguntarle de qué se trata todo esto, se
encuentra con que la mamá ya ha llegado, y que está mirándolo de arriba
abajo, como si le estuviera poniendo precio. <i>Debe tener unos cuarenta años</i>, pensó él, <i>pero qué cuarenta</i>.
Esa es la impresión que le dio su cuerpo pleno de curvas, para nada
ocultas por un revelador camisón negro, y ese escote que –de por sí- fue
más que suficiente para dejarlo sin habla. La ropa interior que bajo la
traslúcida tela se veía claramente, era tan breve como transparente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No supo qué decir, y nada dijo. Sólo se quedó mirando a esa mujer que le
devolvía la mirada, y que con una sonrisa, le decía a su hija:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Tenías razón. Valía la pena venir. Es lindo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Él sintió que sus mejillas se acaloraban, y se dio cuenta de que se
había ruborizado sólo un instante antes de que la muchacha dijera:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Mira, lo hiciste <i>ponerse colorado</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y rieron las dos de buena gana, mientras él no sabía qué hacer, ni que
decir, ni dónde poner los ojos para quitarlos de encima de ella.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No supo cómo le salió la voz, una voz temblona, para decir:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Necesito leer el medidor del agua.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La mamá de la chica, con una cálida sonrisa, le respondió:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Está ahí, donde le dijo mi hija. Debajo de los zapatos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y allí fue él, y de rodillas en el suelo comenzó a apartar zapato tras zapato, y le parecía que no se acabarían nunca. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Escuchó entonces la voz de la mamá, muy cerca de él, diciéndole:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Joven.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Al voltearse para mirarla, se encontró con que ya no estaba en la
entrada de la habitación, sino junto a él, muy junto a él. E inclinada
de tal manera que lo único que podía ver eran sus grandes tetas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Joven, no me maltrate los zapatos, ¿quiere? Son caros.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Levantó un poco más los ojos y encontró su cara, con una sonrisa que pretendía inocencia, mucho más cerca de lo que esperaba.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se volvió, con un:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>No, señora.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y continuó en su tarea. Cuando por fin terminó (tras un par de minutos
que le parecieron años) y la trampilla apareció en el suelo frente a sus
ojos, escuchó de nuevo:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Joven, oiga, joven.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esta vez se volteó con más cuidado, temeroso de la vista que le
esperaba, pero antes que ver nada escuchó unas risitas, que lo alarmaron
más de lo que ya estaba.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y las risitas venían de las otras hijas de la señora, que ahí estaban
también, mirándolo, enfundada una en un mínimo short y una holgada
blusa, y la otra (la mayor) imitando el atuendo de su madre, con el
agravante de que nada sostenía sus pechos bajo la transparente tela.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Viste que es lindo? –dijo la menor (la que le había recibido al llegar).</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>No –dijo la hermana mayor- no es que sea lindo, es que <i>está riiiico</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Yo me lo comería –dijo la del short-, ahora mismo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Chís!, pónganse a la fila – habló la mamá.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Oigan, yo lo ví primero – terció la más pequeña, con tono de berrinche.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Bah, pa’ qué nos llamaste entonces pues, <i>te lo hubieras comido</i> calladita -dijo la segunda-. Ahora respeta a tus mayores y espera tu turno.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Su rostro estaba rojo como un tomate cuando se volvió hacia la
trampilla, la abrió de un tirón y –en la penumbra reinante dentro del
closet- más adivinó que leyó lo que marcaba el medidor. Anotó la lectura
en la gran libreta de registro que llevaba, y cerrando la trampilla
hizo ademán de levantarse, pero no alcanzó a hacerlo: lo detuvo la voz
de la mamá de aquellas muchachas, que le decía con tono serio:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Me imagino que no pensará dejarme todo desordenado, ¿no?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Él miró hacia atrás por el rabillo del ojo, y vio una muy cercana
muralla de piernas, ocho hermosas piernas, cerrándole el paso, de modo
que empezó a poner los zapatos de vuelta en el rincón del closet,
rápidamente. Mientras esto hacía, escuchó unos murmullos conspiradores,
un roce suave y unas risitas contenidas. Cuando terminó de ordenar y se
volvía para levantarse, algo rozó su mejilla y cayó sobre su hombro,
algo perfumado que resbaló por su brazo hasta el suelo: un triángulo de
tela y encaje negro. Un triángulo que minutos antes había visto –y muy
bien- al final de unas torneadas piernas. Se quedó helado. Y escuchó
entonces las voces de aquellas malvadas, que se burlaban de él, diciendo</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Ay, si se puso nervioso, <i>pobreciiito</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Así se ve más rico todavía…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>No tengas miedo, <i>m’ijito</i>, si yo te voy a cuidar bien... (dijo la mamá)</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Yo me voy a comer a besos esos labios tan rojitos…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
(Sólo mucho después notaría que sintió el roce de sus pechos contra sus
brazos, y una mano fuerte que le agarraba el trasero, al pasar por entre
ellas hacia la puerta, mientras lo perseguían sus risas…)</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No fue sino hasta que había corrido unas cuatro cuadras calle abajo,
cuando se dio cuenta de que había cometido un error: no les había
entregado la cuenta del mes. Tendría que volver. Tendría que volver,
pero ¿cómo? No quería pasar por nada de eso de nuevo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Desandar el camino se le hizo eterno, y la pendiente de la calle
aparecía aun más pronunciada. Cuando finalmente llegó a la puerta, pasó
largos minutos frente a ella, en silencio. Ni un ruido provenía de la
casa, y hasta parecía que nada de lo que acababa de vivir hubiera
sucedido realmente. La misma paz que cuando llegó la primera vez. Nada,
ni un ruido.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Qué hacer?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Recordó entonces que todas ellas habían llegado de algún lugar al
interior de la casa, y que en la habitación en que había estado, la
primera de la derecha, no había nadie hasta que la muchacha le llevó
allí. De modo que con pasos rápidos y evitando hacer ruido, se adentró
por el pasillo, se asomó al dormitorio y –viéndolo vacío- dejó la cuenta
sobre el primer mueble que encontró a mano. No pudo evitar, antes de
salir, dar una mirada alrededor. Nada indicaba que algo hubiera sucedido
allí pocos minutos atrás.</div>
<div style="text-align: justify;">
Salió de la casa, y se fue tan rápidamente como la primera vez. Al
doblar la esquina, sin embargo, dio una última mirada calle arriba, y
tuvo un sobresalto. Le pareció que, afirmada del marco de la puerta,
una entristecida chiquilla lo miraba alejarse…
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: center;">
-.-</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Al mes siguiente, uno de sus compañeros lo llamó aparte, en la oficina, y lo reconvino, por haber ido a esa casa. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿No ves,
idiota, que todas las lecturas del último año tienen el mismo consumo?
¿Cómo no te ibas a dar cuenta de que ese medidor está malo? Nosotros,
para no perder dinero, cuando vamos a esa calle le ponemos una lectura
falsa a esa casa, le vamos sumando los mismos 8 metros cúbicos todos los
meses, y todo el mundo está contento. La cuenta simplemente la tiramos
dentro por la ventana. Ahora tú fuiste, encontraste gente en una casa
donde nunca hemos encontrado a nadie, y traes una lectura tan diferente a
lo que hemos puesto, que el jefe me ha mandado a mí a revisar que pasó.
Y a mí me tocaba el otro extremo de la ciudad, pero por ti tendré que
perder tiempo yendo hasta allá.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El joven, algo compungido y disculpándose (por no haber advertido algo
que no tenía como advertir), le contó entonces lo que le había visto en
aquella casa, y lo que le había pasado, con el fin de que -entusiasmado
con la idea de ver mujeres semi desnudas- ya no lo molestara más.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Al día siguiente, aquél compañero llegó más enojado aún que el día
anterior. Había ido a la casa, pero no había encontrado a nadie, pese a
que fiel a sus costumbres, entró sin dilación. Se consideró burlado,
creyendo que la historia que le contó era falsa, y en venganza le dijo
al jefe que la lectura estaba equivocada, que había sido un error del
novato, y que la lectura era otra, una que sí se correspondía con lo que
era habitual cada mes. Eso le valió una multa y un largo sermón.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cuando, meses después, le tocó volver a ese barrio y a esa calle, aunque
hizo lo que tenía que hacer y agregó 8 metros a la lectura anterior,
arrojando la cuenta por la ventana, no pudo evitar acercarse a aquella
puerta y mirar hacia dentro, hacia ese silencioso y solitario pasillo, y
le costó contener las ganas que tenía de entrar. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br />
Y es que necesitaba convencerse a sí mismo que aquella historia era
real, que la había vivido, y que no era sólo una alucinación febril
causada por el excesivo calor del estío.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
. </div>
<br />Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-64297990240228359182012-08-16T09:40:00.001-07:002017-12-06T03:34:03.497-08:00Despertar...<br />
<div style="text-align: justify;">
El dolor de cabeza aumentó, se hizo aún más fuerte, tanto, que lo sacó de su profundo sueño y lo volvió a la conciencia.</div>
<div style="text-align: justify;">
Abrió los ojos lentamente, esperando encontrarse con la fuerte luz de la mañana entrando por la ventana, pero para su sorpresa, no hubo tal. ¿Es que aún era de noche? No, no era eso, porque si fuera de noche, el farol de enfrente iluminaría tanto como hace el sol por el día. Y a él lo rodeaba en ese momento, la que le parecía la más absoluta oscuridad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Oscuridad. Calor. Y silencio. Un silencio casi total, pues no se escuchaba casi ningún ruido, a excepción del monótono golpeteo de una gota de agua, cayendo en algún lugar lejano.</div>
<div style="text-align: justify;">
Y eso era también extraño, muy extraño, ya que su departamento quedaba en el frente del edificio, en un segundo piso, y podían oírse día y noche los ruidos del tráfico. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pensándolo bien, no parece tampoco estar en su lugar la ventana, ni la puerta, ni nada salvo la oscuridad. Cerró entonces los ojos, pensando en que esto no debía sino ser un sueño, un sueño de borrachera, considerando el dolor de cabeza y la creciente sed que empezaba a secar su garganta, como había secado ya sus labios. Se pasó la lengua por ellos, y sí, estaban demasiado secos, ásperos. Demasiado secos para tres o cuatro horas de sueño alcoholizado. ¿Por qué hace tanto calor?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Miró alrededor, hacia la negrura, y creyó ver entonces un ligero, tenue, resplandor. Sí, allí estaba, sólo un poco menos oscura que la oscuridad reinante, una ligera línea que recorría la pared, formando un gran rectángulo, desde el piso hacia arriba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Movió la cabeza hacia el otro lado, y allá en lo alto de la otra pared, una sombra menos sombría se dibuja como una ventana. Si es que se pudiera llamar ventana a un espacio tan pequeño y a tanta altura.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Intentó incorporarse un poco, para dimensionar mejor el lugar en que estaba, pero no pudo moverse. Del cuello hacia abajo, nada le obedecía. No había advertido, sino hasta ese momento, que ni siquiera podía levantar sus manos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Tanto habré bebido anoche? -se preguntó, para contestarse luego- Seguramente. De lo contrario no me sentiría como ahora me siento, y no estaría en este lugar que no conozco.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No quiso seguir pensando en ello. El dolor de cabeza cedió un poco, y eso le permitió volver a dormirse, continuar con lo que parecía ser un extraño sueño.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-.-</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un seco ruido metálico le despertó nuevamente. ¿Cuánto tiempo después? No lo sabe. ¿Cómo podría saberlo? Sigue ahí, sobre el piso, en la oscuridad, sofocado de calor. Nada ha cambiado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿O sí?, Sí, se sienten ruidos. Pasos, parecen pasos. Y algo que se arrastra, o que es arrastrado, por enfrente del lugar donde supone está la puerta. Los pasos, y el ruido, pasan sin detenerse. ¿Qué tan largo es ese pasillo? No puede decir en que momento empezaron a oírse, pues estaba dormido, pero supone que sería cuando lo despertó aquel ruido metálico. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los pasos se han detenido más allá. No tanto más allá, piensa. Nuevamente un ruido metálico. Un cerrojo, eso es, un cerrojo al descorrerse. Una puerta se abre, rechina. Nuevamente el arrastrarse y luego un golpe sordo, como si hubiesen arrojado un saco, un bulto, al suelo. </div>
<div style="text-align: justify;">
Pasos, cerrojo, pasos acercándose, pasos enfrente, pasos alejándose, puerta, cerrojo, silencio. Nuevamente, silencio. Nuevamente sólo oscuridad y una gota de agua cayendo en alguna parte.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora advierte dos cosas: que puede mover sus manos y que no sólo sigue teniendo sed, sino que tiene también mucha hambre. Se lleva las manos a su estómago, frotándolo, como queriendo calmar esa sensación de vacío. Sin éxito, por cierto. El hambre y la sed lo agobian. Sus labios están resecos, su lengua áspera.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Intenta incorporarse. Sí, puede hacerlo. Se sienta, y sólo entonces advierte que no está directamente sobre el piso, sino sobre un colchón (¿de espuma?), un delgado y húmedo colchón. Sentado, se reconoce a sí mismo, tocándose. La cabeza, tiene el pelo tieso, sucio. La ropa que lo cubre está maloliente, pero sus manos no encuentran nada malo en su cuerpo, no está herido, y a juzgar por la falta de dolores, tampoco tiene golpes. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al palpar sus piernas, se da cuenta que sus pantalones están húmedos. Y comprende de dónde viene la humedad y el mal olor del colchón: se ha orinado sobre sí mismo, mientras dormía. Pero, ¿cuánto lleva allí entonces? ¿Cuánto ha que no come nada, que no bebe una gota de agua?.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se levanta del suelo, tambaleándose. No, sus piernas no están firmes, se siente débil, vacilante. Extiende sus manos hacia adelante, hacia el vacío, en dirección a lo que debe ser la puerta. Un paso, dos, y alcanza la pared. Pero inmediatamente retira sus manos, impresionado por la cálida y viscosa superficie. Vuelve a tocarla. Parece ser de piedra, por lo irregular. Apoyándose en ella, se acerca a lo que cree es la puerta, la alcanza. Lo es, sí, metálica. La recorre con las manos, midiéndola. No es pequeña, y tiene una mirilla en la parte alta. Le parece que alta para cualquier persona. Al menos, lo es para él, que nada tiene de bajo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Dónde está? –se pregunta- ¿qué hace ahí? ¿Por qué está ahí y no en su casa, o en algún lugar conocido? ¿Quién lo trajo a este lugar oscuro y caliente? Tiene sed, y hambre ¿por qué no viene nadie? ¿Por qué lo retienen? Y la desesperación empieza a convertirse en rabia, y la rabia aumenta, y recuerda que tiene hambre, que tiene sed, mucha sed, y golpea la puerta con un puño cerrado, con los dos, una vez, otra, y otra, y entonces decide llamar, gritar hasta que alguien aparezca, alguien, quien sea. Pero no llega a hacerlo, lo silencia el escuchar un grito que no es suyo, un grito ronco, una voz que llama pidiendo agua, que maldice, que suplica, y junto a la voz escucha golpes dados en otra puerta, tal vez contigua a la suya.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y piensa: hay alguien más, alguien más está aquí encerrado, no soy sólo yo. Y abre la boca para gritarle, para hacerse oír por sobre los golpes y sobre sus voces, para hablar con él, para preguntarle cómo han llegado a este lugar, por qué están ahí, pero nuevamente no alcanza a hacerlo: suena un cerrojo, una puerta que se abre violentamente, y pasos fuertes, muchos pasos, otro cerrojo, otra puerta, y los lamentos cesan por un segundo, para convertirse en un largo y desgarrador grito, que se corta abruptamente a la par que suena un golpe seco, como de algo que se rompe, y más golpes, golpes sordos, tres, cuatro cinco, muchos golpes. Hasta que una voz ronca emite un sonido gutural, ininteligible, pero que se adivina como un ¡basta!.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mas voces, tres tal vez, parecen discutir algo, en un idioma (¿idioma?) que no entiende. Y luego la puerta se cierra, (no suena el cerrojo, ¿quedó abierta?), los pesados pasos que se alejan, la puerta al final del pasillo cerrada tras ellos, y el metálico cerrojo asegurándola.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Silencio. Oscuridad. Calor. Una gota de agua que cae en alguna parte.</div>
<div style="text-align: justify;">
De la habitación (¿celda?) contigua no llega ningún ruido. Ninguno.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De la suya tampoco sale ninguno, porque él sigue de pie frente a la puerta, quieto, intentando ni siquiera respirar. Entiende bien lo que ha pasado. La puerta contigua sin cerrar no ofrece espacio a la duda.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Despacio, retrocede un par de pasos, hasta que sus talones tocan el colchón, y se deja caer sobre él. Escondiendo la cara entre sus manos, llora. Llora. Por esa persona que ya no gritará más. Por él, que pensó en gritar. Por él, que está encerrado en quién sabe dónde, sin saber por qué, sin saber cómo. Llora, ahogando entre sus manos sus sollozos, temeroso de ser escuchado, deseando no hacer ningún sonido, para que los dueños de esos pasos, de esas extrañas voces, no sepan, no recuerden, olviden, que está allí.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-58100071224909440282012-04-03T18:39:00.003-07:002012-04-04T17:35:47.895-07:00La cita<div style="text-align: justify;">La plaza se ve vacía a esas horas. Es domingo. ¿Quién se levanta temprano en esa ciudad, en donde el frio aire de la mañana cala los huesos?</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sin embargo, él está ahí, sentado sobre la vieja banca de una sombría plazoleta, sus brazos cruzados sobre el pecho, queriendo proporcionarse un poco de calor. O quizá dándose valor, para no flaquear en su propósito.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Con la cabeza baja, mira sus zapatos, allá al final de sus piernas estiradas. No es eso lo que vé en realidad, sino lo que finge ver. No quiere que ella advierta que la ha visto, no quiere que se dé cuenta que sabe que lleva ahí quince minutos, indecisa, escondida tras la esquina, dudando entre acercarse a él o alejarse definitivamente...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No quiere que advierta que la ha visto llegar, que la ha visto dudar y ocultarse. Sabedor ya de que está arrepentida de sus promesas, no desea hacer nada para facilitarle las cosas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">¿Quiere dejarlo? ¿Quiere alejarse, dejando volar por los aires todo lo que dijo, todas las palabras dulces que escribiera durante tanto tiempo? ¿Quiere dar por muertos los sentimientos, su tan proclamado amor? Pues bien, adelante. Pero no será él quien se lo haga fácil...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ni vá a mirarla, obligándola así a admitir su presencia y a acercarse, ni vá a irse, dejándole la opción de decirse que ella estuvo allí y él no la esperó... nó, no va a ayudarla a darle el golpe de gracia, la estocada final, a una relación construida sobre el castillo de naipes de sus promesas...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">¿Cuánto tiempo ha transcurrido, desde que la conociera? ¿8 meses, diez? No lo recuerda bien, pero le parece una eternidad...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Fué una casualidad, diríase, que la conociera. Él no debió estar ahí ese día, en ese momento. Y mucho menos debió volver.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Aquél día, una amiga suya le pidió la acompañara, pues debía ir a la cárcel a visitar a su prima que allí había caído, y no acostumbrada a tales ambientes, temía ir sola. Se sentía obligada a hacerlo a causa de su tía, a quien debía muchos favores, pero no tenía fuerzas para hacerlo sin alguien a su lado. Él aceptó, pues tenía el mal hábito de decir siempre sí cuando las mujeres le pedían algo, aunque más de una vez tuviera ocasiones de arrepentirse por no haber sabido decir no.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Era un domingo, como éste, que comenzó frío como éste, para volverse a las 11 de la mañana, hora de la visita, candente como un día de verano, cosa propia del clima de desierto. Debieron hacer una larga fila a la entrada, separados, pues hombres y mujeres entraban por diferentes puertas. Un registro corporal -algo grosero para él, francamente humillante para ella- fué la última barrera, y pasaron tras las rejas a un amplio patio. Ubicaron a la prima, a quien acompañaba ya su madre (como madre, llegó más temprano). Una presentación breve, y él se sentó algo alejado, dejándoles conversar, y dedicándose a mirar un lugar, un ambiente, una gente a la que no estaba acostumbrado.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Se veían algunas, como la prima de su amiga, que parecían fuera de lugar en ese sitio, con buen ver, bien vestidas, y con un aire triste, compungido, visiblemente avergonzadas de estar allí.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sin embargo, al pasar la vista alrededor, pudo darse cuenta de que ésas eran las menos. La gran mayoría se veía ahí sin complejos, alegres, conversadoras, disfrutando de esa visita, como si recibieran a esas personas en su propia casa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La hora pasó, se acercaba el término de la visita y la gente comenzó a irse. Entre ellos, una señora de edad, con una pequeña a su lado. Junto a ellas, con una lágrima corriendo por su mejilla, una mujer joven, alta, mucho más que él, con un cuerpo admirable, que la hacía destacar entre las demás.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La miró despedirse de la pequeña, su hija seguramente, y de su madre, que -pensó- no podía ser otra cosa esa mujer mayor. No pudo quitar los ojos de su cutis moreno y de las lágrimas que caían por su mejilla, y la siguió con la mirada hasta que se perdió tras las rejas. Su amiga le tomó del brazo, y mirándole, le dijo que al parecer no había sido tan malo acompañarla. Él se limitó a sonreír, y se fueron.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Demás está decir que al siguiente domingo estaba allí nuevamente, deseando ver otra vez esa mirada triste y todo lo que la enmarcaba. Demás está decir que la morena se dió cuenta de que era observada, por lo que empezó también a mirar hacia él, disimuladamente. Al parecer, no quería que la otra mujer advirtiera lo que hacía, de modo que también él tomó esa actitud. Y se sintió feliz cuando pudo observar una sonrisa, leve, dibujarse más en sus ojos que en su boca.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No fué hasta tres semanas más tarde, cuando la oportunidad se dió. Para entonces, su amiga ya le había contado que esa mujer estaba allí acusada de falsificar unos documentos en su trabajo, y que quien la visitaba no era su madre, sino su "suegra", la mamá del padre de la pequeña que le traía. Era hija de ambos, aunque no estaban casados y se rumoreaba que él la trataba muy mal. De hecho, nunca la iba a ver, sólo le enviaba a la niña. Pero ese día pasaba la hora, y nadie llegaba a verla.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Después de mucho pensarlo, él se le acercó decidido a hablarle, y la abordó con un ¿sola hoy día? que al instante le pareció tonto, y deseó haber dicho otra cosa mejor. A ella no pareció importarle, y le respondió con una media sonrisa en su cara triste, diciéndole que su niña estaba resfriada, de modo que no se la llevarían. Con ello le dió pie para sentarse junto a ella y cruzar algunas frases, pero el tiempo se hizo corto. Demasiado corto, pues la hora de visita ya terminaba.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Se despidieron con un beso en la mejilla, y un roce de sus manos. Esa sensación cálida permaneció por un rato en su cara, pero por mucho más tiempo en su corazón. Ella le gustaba, le gustaba mucho. Y además era alta, más que él. Su sueño de mujer.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Cuando llegó el domingo siguiente, su entusiasmo sufrió un duro revés. Sus visitas habían regresado, y una fugaz mirada de ella le dejó claro que no podría acercarse. ¿Triste? ¿Molesto? No acertaba a saber que sentía, pero se sentó junto a su amiga mirando al suelo, evitando ver al otro lado del patio, hacia aquella morena en la que había pensado toda la semana.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Su amiga y la prima de ésta se rieron alegremente, y al mirarlas, notó que se reían de él. Mas, antes de que alcanzara a enojarse por lo que creyó una burla, su amiga le puso en la mano un papel, y se la apretó afectuosamente, diciéndole "es de ella".</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No quería abrirlo, no se atrevía a leer lo que decía, pero al levantar la vista, la vió mirándolo, y adivinó en sus ojos un "léelo"... y al leerlo se encontró no con una breve nota, sino con una larga carta, en que ella le hablaba de muchas cosas. De soledad, de tristeza, de cómo había llegado ahí, y terminaba diciéndole que si quería escribirle, ella se sentiría muy contenta. Le brillaban los ojos cuando pidió un lápiz y un papel a su amiga, y no pudo evitar sonrojarse un poco cuando vió que la prima ya tenía todo preparado para que escribiera la repuesta. Mujeres, no pudo evitar pensar, antes de escribir una nota para "su" morena.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y así empezó una larga sucesión de cartas, que iban y venían ya no sólo los domingos, sino varios días a la semana, porque él buscó la forma de hacérselas llegar -y de recibir las suyas- por medio de alguien que trabajaba allí.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Esas cartas, que al comienzo no pasaban de ser un desahogo para ella, y un deseo de conocerla más para él, terminaron unos meses después por ser portadoras de sentimientos que se decían profundos, que se juraban duraderos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Las palabras destilaban pasión, y hablaban de lo que sucedería cuando todo aquello se aclarara y pudieran reunirse. Y hubo promesas de juntarse y no separarse más, ardientes promesas de unir sus cuerpos, fervientes promesas de amarse por siempre...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y cuando ese día llegó, cuando finalmente se demostró la inocencia de la morena y salió de ese horrible lugar, desapareció, toda ausencia y silencio, y con ella sus promesas...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La esperó -en el lugar tantas veces convenido- día tras día, hasta que -entendiendo que ya no vendría- no pudo más, he hizo lo que ella le había pedido tantas veces no hiciera, lo que se suponía nunca tendría que hacer: buscarla. Y buscando, consiguió su teléfono y la llamó una tarde. Su voz sonaba fría cuando -sin preguntas ni cuestiones- le pidió verla. La de ella se oía asustada, cuando aceptó apresuradamente la cita propuesta, temblorosa, cuando le cortó la llamada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y allí estaba ahora él, esperándola. Y allá estaba ella, sin saber qué hacer. Y él no quiso ayudarla, en forma alguna, a decidir.</div><br />
<br />
.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-30216419011020678592012-01-06T20:55:00.000-08:002017-12-31T04:23:39.526-08:00Al calor del estío<div style="text-align: justify;">
El vehículo, un 4x4 negro, del año, se acerca a la esquina mansamente, al tiempo que cambia la luz del semáforo. El ámbar reemplazó al verde y el rojo sucedió al ámbar mucho antes de que llegara, de modo que se detuvo a cierta distancia del paso de cebra.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No había muchos peatones esperando cruzar, en aquella tarde de estío de calor sofocante. Sólo uno. Una chica. Un veinteañera que, con la despreocupación propia de sus años, comienza ahora a cruzar la calle.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Viste una tenida veraniega, adecuada a la alta temperatura reinante. Una ligera y corta blusa cubre de blanca gasa la perfección de sus senos, al tiempo que deja libre un vientre plano, liso y dorado por el sol, al descubierto casi hasta su final, gracias al short rebajado de caderas que completa su atuendo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es un short color damasco, breve, muy breve, del que nacen dos largas, muy largas piernas, que se estiran perezosamente hasta dos pequeños y delgados pies, calzados con sandalias griegas. Las finas correas de las sandalias trepan graciosamente, enrollándose hasta casi llegar a sus rodillas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En las muñecas lleva un sinnúmero de pulseras, que se mueven holgadamente al compás de sus pasos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Su cabello, naturalmente rubio y recortado justo al comienzo del cuello, acrecienta su aspecto de modelo de revista.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En una de sus manos lleva un cono de helado. Una precaria torre de copos de helado de diversos sabores, que equilibra con destreza para evitar su caída. Goterones de helado derretido escurren cono abajo, para ser capturados por su rosada y grácil lengua, que continúa luego su camino hacia arriba, llenándose de los ya mezclados sabores, los que lleva a su boca para saborearlos con fruición.</div>
<div style="text-align: justify;">
Su cara refleja el placer sensual que le producen, mientras su lengua aparece entre sus labios por otra porción más.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dentro del vehículo, unos ojos entrecerrados observan con detenimiento esa escena, que en segundos transcurre frente a ellos. La ven caminar con total despreocupación, la ven saborear ese helado, la ven en toda su triunfal delgadez, en su insultante perfección.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y entonces, una mano regordeta toma la palanca de cambios y pasa la marcha, al tiempo que un pié, grueso y torturado por un zapato que apenas lo contiene, se hunde hasta el fondo sobre el acelerador.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El vehículo da un brusco salto hacia adelante, hacia la muchacha que -sin apenas tiempo para advertir lo que sucede- recibe el brutal golpe y vuela, con su cuerpo en un ángulo imposible, para caer más allá sólo segundos antes de que el negro monstruo pase por sobre ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La mujer tras el volante, al sentir que una de las ruedas pasa por encima de una de aquellas largas piernas, masculla con rabia:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Por qué no comes helado ahora, flaca maldita!!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El automóvil ha dado vuelta a la esquina, y cae el silencio sobre la calle.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sobre el ardiente pavimento, un resto de helado se convierte en agua, con la misma lentitud con que la sangre -y la vida- se escapan del cuerpo allí tirado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
.</div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-10342099218278766152012-01-06T20:42:00.000-08:002012-01-06T20:42:15.385-08:00Desconsoladamente<div style="text-align: justify;">La noche es fría, como son todas las noches en esta ciudad, perdida en medio del desierto.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En las calles, solitarias a esa hora, no se siente más ruido que el de sus pasos, y el rumor lejano de cien televisores, que transmiten un partido de fútbol. Mismo partido que es el causante de que no haya un alma fuera de sus casas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La selección nacional juega esa noche, y todo mundo está pendiente de ello.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Todo mundo menos él, que con rápidos pasos se dirige a su destino. No es que no le interese el partido. Por cierto que le interesa, y por cierto que como todos, quisiera estar junto a una parrilla, comiendo carne asada y bebiendo cerveza tras cerveza, sin quitar los ojos de esa pantalla. Como hace todo el país.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero no puede. No puede perder esta ocasión. El dato que le han dado es demasiado bueno, para dejarlo perderse.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Su mujer ha sido quien le contara que esa noche, durante el partido, en una casa que estará vacía y cerrada, habrá guardada una gran cantidad de dinero, proveniente de las ventas de toda la semana. El partido es la causa para que el encargado no haya ido a guardar el dinero en la caja, como de costumbre. No habría alcanzado a llegar antes de que el contador se fuera, ya que hoy todos se han retirado más temprano. De modo que hubo de dejarla allí, en su casa, hasta el día siguiente.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y el partido, ¿cómo no?, es también la causa de que no haya nadie que vigile el dinero, ya que el encargado se ha comprometido a ir el asado con todos sus compañeros, a casa del jefe.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Aún su mujer estará allí. La ha enviado sola. Se justificó para no ir diciendo que está enfermo, entre continuos lamentos por perderse el asado. Y ella, claro, se ha ido. Él insistió en que lo hiciera. "No puedes desairar a tu jefe, anda sin mí, anda, que yo me quedaré en cama y seguro ya estaré mejor para mañana". Como si no le interesara realmente, la ha hecho contarle los detalles acerca de esa casa. Y ha recordado que la conoce, que queda en una calle apartada, y que sería fácil entrar por una ventana. Estuvo allí una vez, acompañandola a ella a una fiesta de cumpleaños.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y eso, la buena ocasión, el hecho de conocer el lugar y el interior de la casa, lo han llevado a idear este plan para robar el dinero. Lo necesita. Ella no lo sabe -ni lo sospecha siquiera- pero sus deudas son demasiado grandes. Ha jugado y perdido demasiadas veces y el plazo para responder ya se le acaba.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">¿De dónde vá a sacar el dinero? es la pregunta que lo ha agobiado las últimas semanas. Y cuando ya desesperaba por no haber encontrado una solución, su mujer se la ha entregado en bandeja de plata.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">¿Quién vá a pensar en él? No sabe a ciencia cierta cómo es que ella se ha enterado de tantos detalles, pero no le importa. Alguna otra se lo habrá contado, que ya se sabe que las mujeres nunca se guardan nada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Un fuerte grito lo sobresalta, pero le vuelve la calma al darse cuenta que es un "gooooolllll" que resuena en decenas de gargantas. Bien!, piensa. Si van ganando, nadie querrá alejarse de los televisores, y tendrá tiempo y ocasión para terminar la faena, sin problemas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No le preocupa su mujer. Sabido es que en estos casos, gane o pierda el equipo, habrá ocasión para seguir bebiendo al término del partido, y no habrá quien la lleve temprano a casa. Tendrá que esperar hasta que alguien que tenga auto se vaya, para que la traigan. Tendrá tiempo suficiente para el robo, para regresar y para esconder el dinero, antes de que llegue.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al fin, se acerca a su destino, es allí, a la vuelta de la esquina. Ha debido venir caminando, porque es difícil encontrar un taxi en estas circunstancias, y cualquier conductor recordaría a un hombre que se sube a su auto durante un partido como ése. No puede cometer errores. No puede darse ese lujo. Todo debe ser perfecto.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sus pasos se detienen. Ahí, ésa es la casa. Pero nada más verla se ha quedado frío, sorprendido. Eso no se lo esperaba, ¿cómo iba a saberlo? Algo ha cambiado, "¡los malditos han puesto rejas en las ventanas!"</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Siente que algo se rompe dentro suyo, lo invade la desesperanza. Ya contaba con ese dinero, ya se imaginaba con esos billetes entre sus dedos, hasta se había hecho la ilusión que podría incluso sobrarle para pagar la deuda, y así quedarse con algo para él.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Levantó el rostro para mirar nuevamente las enrejadas ventanas, y al verlas, sintió rabia, mucha, profunda rabia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y apretó los dientes, las manos, y sin pensarlo se acercó a la más próxima, la tomó y empezó a tironearla. "¡Maldita sea, maldita reja!", se decía. Y volcó contra ella toda la frustración acumulada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">De pronto, algo crujió, y sintió que cedía bajos sus manos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Miró, y la esperanza renació en su corazón, y brillaron sus ojos: allá, en la esquina superior, la reja se había aflojado. No la fijaron bien a la pared, y ésta se había derruido un poco. La tomó esta vez desde más arriba, y haciendo fuerza con los pies, consiguió abrirla lo suficiente para que pase su cuerpo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Recién entonces recordó dónde estaba, y qué hacía, y miró austado a su alrededor. Pero la calle seguía vacía, silenciosa si se puede decir, con el ruido sordo de los comentaristas transmitiendo el partido, como música de fondo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"Todo está bien", se dijo, "aún puedo hacerlo, no he perdido tanto tiempo".</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sacó un pañuelo que llevaba, se envolvió la mano, y golpeó el vidrio para quebrarlo. Lo había visto hacer en alguna película, era fácil. Pero dió uno, dos, tres golpes, y nada. No se quebraba. Otra vez la angustia, otra vez un sollozo queriendo brotar por su garganta, "nada me resulta", otra vez la rabia que asciende por su interior y olvidando todo, dónde estaba, los vecinos, el no hacer ruido, le dió un soberbio golpe a la ventana.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No sonó fuerte al quebrarse, pero sí al caer al suelo los pedazos, haciéndose añicos. El sonido lo hizo encogerse, como si hubiese recibido un golpe, apretó los dientes, cerró los ojos... y nada. Nada se oía, salvo un "y avanza por la derecha, la toca, no puede, se la quita Solar, tirayyyy saque de esquinaaaaa", seguido por el ruido de los que habían aguantado la respiración, durante esa jugada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">"Ya, ahora, pensó", metió la mano, quitó el pestillo de la ventana, y trepándose por la propia reja, se introdujo con dificultad en la casa, rasguñándose el cuerpo contra la pared. Apenas si entraba por ese espacio.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Cayó hacia adentro, de cabeza, y sus manos al intentar apoyarse, se encontraron con los vidrios que estaban en el suelo. Aguantó el dolor y rodó por el piso. No veía nada, menos podría ver lo que le pasó en las manos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Esperó allí agazapado, un minuto que le pareció una hora, hasta que sus ojos se acostumbraron a la penumbra. Recorrió la habitación con los ojos, distinguió un par de puertas, y una escalera. "El segundo piso", pensó. "todos los tontos guardan el dinero en el dormitorio, seguro que lo dejó bajo la cama".</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y hacia allá fué, lo más aprisa que pudo. De más allá de una de las puertas se escuchó ladrar a un perro, grave, fuerte. "Parece ser grande, tampoco estaba cuando vine, mierda, ojalá y esté en el patio y no dentro de la casa".</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Subió los escalones de dos en dos. Recordaba dónde estaba el dormitorio principal, pues en aquella fiesta lo habían usado de guardarropa, y tuvo que ir a buscar el abrigo y la cartera de su mujer.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Perdidos los temores, seguro ya del éxito, avanzó sin fijarse en ninguna cosa que no fuera llegar a donde iba, pronto. Había algo en el suelo, y casi tropieza, "¿ropa?", atravesó la puerta entreabierta, y con la izquierda manoteó el interruptor de la luz en la pared. La luz se encendió, iluminando el dormitorio y dejándole ver una cama matrimonial, a medias desarmada, desde la que le miraba una mujer, espantada, y las espaldas de un hombre que, sobre ella, seguía embistiéndola, sin enterarse aún de nada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mil imágenes pasaron por sus ojos, en esa fracción de segundo que tardó en reaccionar y apagar la luz, y no todas ellas pudieron entrar en su mente en ese instante, ni cuando corría escaleras abajo, en la oscuridad, ni cuando de un solo salto atravesó la ventana y la reja, ni aún cuando dobló la esquina en una carrera alocada y sin fin.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sólo cuando se dejó caer sobre el escalón de la entrada, al llegar a su casa, su cerebro fue capaz de interpretar lo que había visto, sólo entonces fue capaz de darse cuenta: la cara de la mujer que había visto allí, en esa cama, debajo de aquél hombre, era una cara conocida, demasiado conocida, era la de su propia mujer...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y, mientras en un lejano lugar un árbitro daba el pitazo final, y miles de voces se alzaban aclamando el triunfo de la selección, él, escondiendo el rostro entre sus manos, lloró. </div><div style="text-align: justify;">Lloró desconsoladamente...</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-20843407407242897362011-12-30T09:39:00.000-08:002013-10-21T09:42:08.596-07:00El Buen Samaritano<div style="text-align: justify;">
Es casi mediodía, y el sol golpea
fuerte sobre las espaldas de la gente que, apresurados unos, indolentes
otros, circulan por las calles del pueblo a esa hora.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es
un pueblo medio olvidado, que vive más de recuerdos de pasadas glorias
que de otra cosa. Sus viejas casonas de pino Oregón, la plaza, de
resecos y desnudos árboles, y los abandonados -y ha tanto tiempo
inútiles- lanchones maulinos anclados en la rada, le confieren un aire
romántico.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es
poco el ruido que hay en sus calles, como escasos son los vehículos que
por ellas circulan. Más bullicio hacen las gaviotas, los cormoranes y
piqueros, que sus habitantes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por
la avenida principal, o mejor dicho por su única avenida, tan poco
poblada como el resto, camina una mujer con paso vivo, que no se condice
con su pobre aspecto y su cansado rostro. Sus vestidos reflejan
pobreza, mas no descuido. Ni un roto, ni un descosido, ni nada de sucio
hay en ellas, y su cabello, si bien largo y algo enmarañado, se ve
limpio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Su
rostro refleja tristeza, a pesar de la media sonrisa dibujada en sus
labios. En su mano aprieta tres o cuatro monedas -todas las que tiene-
con las que piensa comprar arroz, para alimentar a sus pequeños hijos.
Es pobre, y el poco dinero que llega a conseguir se hace nada, se
desvanece como sal en el agua, y de poco sirve ante las tantas
necesidades que debe atender.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esa
sonrisa tenue que lleva se debe- tal vez- a que se siente tranquila,
porque sabe que bastarán esa monedas para alimentar a sus chicos hoy, y
aún mañana. Y es que en el almacén al que se dirige ahora, con sus
ligeros pasos, ha encontrado -hará un par de semanas- un arroz
baratísimo, que le permite comprarlo con su escaso dinero, y aún le deja
algo para alguna verdura con que acompañarlo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
-</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lo
encontró un día en que, con pocas esperanzas y menos monedas, entró a
ese almacén. Alguien le dijo que allí vendían las cosas más baratas, y
que valía la pena recorrer todo el pueblo para llegar hasta él. Sin
embargo, cuando entró y se enfrentó a los dos muchachos que allí
atendían, sintió que perdía la confianza. Los precios que se veían allí,
sobre las estanterías, eran más bajos, sí, pero nunca lo suficiente
para que estuvieran a su alcance. Menos aún en ese momento, en que
llevaba apenas nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los
muchachos la miraban, esperando que hablara, que dijera algo,
examinando tal vez su aspecto macilento y su ropa vieja, quizá si
deseando que se fuera. Pero venció su vergüenza, y con una voz débil,
preguntó por el precio del arroz.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El
mayor de ellos le contestó -con voz amable- diciéndole una suma que no
podía pagar. Ella apretó los labios al oírlo. Era casi lo mismo que en
todas partes, un valor mayor de lo que podía pagar. Hizo ademán de irse,
pero el muchacho volvió a hablarle, esta vez para decirle que, si
quería, podían venderle la mitad, o aún un cuarto de kilo. Ella hizo la
resta, y ni así era suficiente lo que tenía, de modo que se volvió para
salir, con la amargura pintada en el rostro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sólo
entonces el otro dependiente le habló, con el tono de quien propone
algo que no cree sea aceptado, pero con clara intención de ayudarla.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Tenemos un arroz más barato. Mucho más barato, pero no es bueno.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ella le miró por sobre el hombro y él, al ver que había captado su atención, le explicó;</div>
<div style="text-align: justify;">
- Es un arroz muy pequeño y quebradizo, casi no viene ninguno entero.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ella le seguía mirando, sin decir nada, intentando imaginar ese arroz, intentando no hacerse vanas ilusiones.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El
primer muchacho intervino entonces, para agregar que lo tenían hace
mucho tiempo, porque nadie quería llevarlo, que sólo podían vender el
paquete completo, pero que era de medio kilo, y que valía sólo unas
monedas.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ella lo escuchó
decir estas palabras con la mirada fija en sus ojos, como si quisiera
entrar en ellos y descubrir si se estaba burlando, si todo era una mala
broma. Pero él no se reía, ni sus ojos tampoco. Y el otro chico traía ya
en la mano un pequeño paquete de arroz, y se lo mostraba. Y el grano
era chico, sí, y quebrado en mil trozos que llenaban la bolsa
transparente, que nada ocultaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
Lo
siguiente que ella miró fueron las monedas en su propia mano, ahora
abierta, y eran las necesarias y suficientes para comprarlo. No supo
bien cómo las entregó, ni como recibió el paquete, ni cómo llegó a su
casa con él apretado contra el pecho.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero allí lo abrió, y cocinó ese arroz para sus niños, y pudo alimentarlos, y pudo sonreír al verlos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
-</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora
vá nuevamente al almacén, como ha hecho estas dos semanas, a comprar
más. Lleva sus monedas en la mano, como de costumbre, y camina quizá si
más ligero que antes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Entra
al almacén, y confiada, sonriente, pide su arroz (los muchachos saben
ya cuál, y se lo darán enseguida, alegremente, como hicieran nada más
antesdeayer).</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero esta vez no es así. El mayor la mira de forma extraña, y le dice con voz grave:</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ya no nos queda. Lo siento, se lo llevaron todo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ella lo mira, como si no entendiera.</div>
<div style="text-align: justify;">
- "<i>¿Todo?</i>" se pregunta para sí misma, "<i>pero si no lo compraba nadie, era mi arroz, sólo para mí, mi arroz.</i>"</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin
embargo, ve ahora reflejarse la tristeza en la cara de él, y comprende
que es cierto, que ya no hay, que ya no habrá más arroz pequeño,
quebrado y barato para ella, para sus hijos. Baja la vista, y se vá. No
es primera vez que vé caer en pedazos una esperanza, es sólo una más. Y
se va caminando lentamente, demasiado lentamente. Si se hubiera ido más
rápido, si no se hubiera tardado tanto en aceptar le realidad...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero lo hizo, se tardó.</div>
<div style="text-align: justify;">
Y
esa tardanza fue fatal, pues a la pena que sentía, se le agrega ahora
el dolor, un dolor que se vé, que se trasparenta en toda ella, cuando
escucha al otro muchacho decir:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, se acabó todo, vino un señor buscando algo para cocinarle a sus perros, y mi patrón le dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
- Ahí tengo ese arroz malo, que nadie quiere comprar, lléveselo todo y le hago un descuento.</div>
<div style="text-align: justify;">
Nosotros le dijimos que usted lo compraba a diario, pero no nos hizo caso. Y el señor aceptó y se lo llevó, para los perros.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La
mujer salió, sin saber cómo, a la calle. Tal vez fueron las lágrimas en
sus ojos que no le permitieron ver, o bien fue el dolor que sentía lo
que la hizo tropezar con el letrero que, en la calle, anunciaba las
ofertas del almacén. En ese letrero se destacaba también su nombre: <i>El buen samaritano</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6351246000287833672.post-91625505787455132552011-10-08T01:29:00.000-07:002012-01-06T20:41:05.734-08:00Como cada mañana...<div style="text-align: justify;">Como cada mañana, el viento frío golpea su rostro. Como cada mañana, él se arrebuja en su parka y se cala más el gorro, para no perder el calor. Como cada mañana, espera en esa esquina la llegada del bus, que ha de llevarlo a su trabajo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sin embargo, esta mañana algo es diferente, algo no es lo habitual.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Esta mañana se levantó demasiado temprano, pues no podía dormir. Mil vueltas en la cama no le ayudaron en nada, y comenzaban ya a incomodar a su mujer que, despierta a medias, rezongó algo ininteligible, y se cubrió la cabeza con las frazadas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Se levantó, tanto para no molestarla, como para buscar algo que hacer…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La ducha acostumbrada, la afeitada y el arreglar el bolso, como cada mañana, no le tomó más tiempo que el habitual, y así es que allí está ahora, como cada mañana, en la misma esquina, esperando el mismo bus, con la sola diferencia de que hoy es mucho más temprano, y tendrá que esperar más… media hora más.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Es un domingo, y a esa hora, las cinco treinta de la madrugada, no se ve a nadie por la calle. Una calle de barrio por la que, en una hora más, como cada mañana, llegará en su busca un bus, para llevarlo a su trabajo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El sonido de un motor lo hace voltearse, a tiempo de ver un auto, un taxi colectivo, llegar a la esquina. De él baja una muchacha, una joven, poco más que una quinceañera, que se acerca hacia él, camino de su casa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Él la observa sin interés, con una mirada vacía, como si no hubiera advertido la turgencia de sus pechos jóvenes, y la sombra de sus tiernos pezones, bajo el apretado top de blanca lycra. La mira indiferente, pese a sus firmes y torneadas piernas, mal cubiertas por una minifalda. Sin embargo, tal vez su mirada no sea tan vacía, tan indiferente como pensaba, ya que la muchacha, al verlo, decide cruzar la calle, para poner distancia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El viento, que vuelve tras unos minutos de calma, llegando por detrás levanta su falda, descubriendo la piel rosada y la redondez de sus nalgas, entra las que apenas se adivina un negro trozo de encaje. Sorprendida, avergonzada, baja sus manos para cubrirse, para sujetarla, sin dejar de avanzar hacia su casa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sin embargo, esos escasos segundos, esa fugaz visión, no han pasado inadvertidos, ni han dejado de tener consecuencias: el rostro de él ha cambiado, refleja algo oscuro, desconocido hasta entonces, que ha despertado en su interior, algo oscuro que impulsa a sus pies a seguirla -sin que él lo busque ni lo quiera- algo oscuro que impide a sus ojos desviarse del movimiento de su ahora aprisionada falda, y a sus oídos escuchar otra cosa que el rítmico sonido de sus tacos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Más que verlo, lo siente ella acercarse, y apura el paso, camina más rápido pero –en el silencio de la noche- oye claramente que él hace lo mismo… Por primera vez, desde que sale sola a fiestas y vuelve tarde a casa, siente temor. Por primera vez, le parece escuchar los consejos de su madre, y recuerda entonces que le mintió al decirle que la vendrían a dejar a casa. No es la única vez que le ha mentido (¿quién querría traerla?), pero sí es primera vez que siente culpa, que se arrepiente…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La mente de él en cambio, en esos pocos segundos, va por muy distintos caminos: calcula la distancia hasta ese sitio eriazo, a mitad de cuadra, donde un viejo árbol, y un auto abandonado, le parecen el mejor lugar para tumbarla, para desnudarla, poseerla y gozarla, para hacer suyo, completamente suyo, ese cuerpo joven, caliente, palpitante. No cabe en sus pensamientos lo que hará después de saciarse de ese apetito irracional, no piensa en ello, no piensa en nada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sus pasos se apresuran más, los de ella también. Vuelve sólo un instante la cabeza y lo ve allí, tan cerca, que siente su corazón inundarse de miedo, y –soltando su mini- echa a correr… Él la sigue, con fría determinación, sin pensar, sin sentir, con sólo ese turbio propósito grabado en el más oscuro rincón de su alma, alejado de todo lo que no sea ese cuerpo vibrante, que intenta escapar de él…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En ese momento, no le importa nada, no le importa que lo vea alguien, no le importa si lo atrapan, no le importan ni su esposa ni sus hijos, que duermen en casa. En su mente sólo una idea cabe: poseerla, tomarla, forzarla, hacer suya esa carne joven, y luego… nada… no hay nada después de eso, sólo un negro vacío…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Su carrera les ha llevado ya junto al árbol, como lo calculaba. Es el momento, la ocasión de hacerlo. Estira su mano, sujeta ese hombro desnudo, con fuerza, y se detiene bruscamente, deteniéndola también a ella, casi botándola, volviéndola hacia él. Puede ver entonces su rostro, desencajado por el miedo; puede sentir bajo su mano la húmeda piel, puede verla allí, pálida de terror; escucha brotar, de entre la mueca que forman sus labios, en un sollozo entrecortado, un ahogado “no…”</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y entonces, algo se quiebra, se rompe, en su interior… y la suelta… y sigue mirándola, pero ya sin verla… la oscuridad que hace unos momentos despertara, creciera y se desbordara, ha vuelto a dormirse, ha vuelto a perderse en las profundidades de su alma…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La muchacha, a pesar del miedo que la embarga, a pesar de que se sentía ya perdida, advierte el cambio en su mirada, nota la diferencia, y sin pensarlo más, vuelve a correr… corre, esta vez sin sollozos ni lágrimas, corre, hasta perderse tras la esquina, corre, hasta su casa…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Él, sigue allí. Lo que ha vivido, no lo vivió. Lo ha olvidado todo. Su mirada va hacia atrás, hacia la parada del bus y, extrañado de no estar ahí, extrañado de ver su bolso allí botado, vuelve sobre sus pasos, lo recoge, y espera. Espera, como siempre, como cada mañana, que sea la hora de irse…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Nada ha cambiado. Todo es como cada mañana. La calle vacía, como cada mañana. El bus que llega, y lo recoge, como cada mañana. Los mismos rostros, el mismo chofer, como cada mañana…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al doblar la esquina, después de un par de cuadras, escucha el eco lejano de una sirena, tras la ventana se adivina el reflejo de luces azules y rojas… pero ya el bus se aleja, como cada mañana… Su vida es sólo una rutina…</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">.</div>Unknownnoreply@blogger.com0